Martes 24 de abril de 2012
Luis Vega
Madrid - «Hemos pagado mucho por mantener nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra fe cristiana», afirma Khorén Terterián, encargado de negocios de la Embajada de Armenia en Madrid, país que hoy, 24 de abril, conmemora el comienzo del «genocidio» a manos de los turcos entre 1915 y 1923. Las autoridades de Ereván, capital Armenia, calculan que fueron masacrados aproximadamente 1,5 millones de sus ciudadanos. Esta cifra y el hecho de que fuera un exterminio planificado nunca ha sido reconocido por Ankara, que habla de 300.000 muertos propios.

A caballo entre Oriente y Occidente y sin salida al mar, esta ex república soviética hoy marcado por los conflictos con dos de sus vecinos, Turquía y Azerbaiyán, con los que tiene cerradas las fronteras. Con los primeros, por la negación del genocidio y con los segundos, por el enclave de Nagorno Karabaj, poblado mayoritariamente por armenios pero que la ONU reconoce como azerí a pesar de la independencia autoproclamada la pasada década durante la guerra de 1991 a 1994.
Esto obliga a Armenia a depender de Georgia, al norte, para tener acceso al mar Negro, y, sobre todo, de Irán, al sur, convertido sin importar las diferencias espirituales –unos cristianos y otros musulmanes- en el principal valedor internacional de los armenios, como reconoce Terterián. «A pesar de las sanciones, a nosotros no nos queda más remedio que tener buenas relaciones con Teherán», dice el encargado de negocios durante una entrevista con ABC en la que deja patente que el cierre de fronteras con sus vecinos supone un importante castigo.
«Estados Unidos entiende esto», responde el diplomático al ser preguntado por sus relaciones con los enemigos del régimen de los Ayatolás. Terterián trata de nadar y guardar la ropa al hablar del clima que ensombrece la región por las presiones sobre el programa nuclear iraní, que él entiende que tiene fines «pacíficos», pues Washington es también un importante apoyo para su país.
«No queremos problemas en la región y menos en Irán», señala sin esconder cierta preocupación. «Esperemos que se llegue a un acuerdo con los responsables del programa nuclear sin el uso de la fuerza, que sería desastroso para nosotros», añade. «¿Se imagina que nos cierran la frontera con Irán?», se pregunta refiriéndose a esos 35 kilómetros esenciales para su país.
El complicado juego de alianzas internacionales de las que depende Armenia lleva también al diplomático a no mojarse con respecto al conflicto sirio. «Difícil pregunta», reconoce. Moscú, cuya posición califica de «positiva», es otro de esos pilares de los que depende este pequeño estado de 30.000 kilómetros cuadrados y tres millones de habitantes, aunque cuenta con una importante diáspora. Pero la defensa de Rusia, ferviente aliado de Damasco, no le impide tratar de quedar bien a varias bandas: «Saludamos la posición de la Unión Europea y que el plan Annan con sus observadores impida que las partes se sigan agrediendo».

«Nadie duda del Holocausto y Alemania es visto como un país civilizado que, además, mantiene buenas relaciones con Israel», concluye.